Las caras de ego

 Las olas la alcanzaban a la estrella una y otra vez.

Cada vez más grandes, cada vez con más fuerza.

Cada vez dolían más, pero la estrella de mar no se movía.


No queria dejar su comodidad, no sabía que cada vez las olas iban desgastando su piel, su ser, su luz.


Sin miedo a abandonar ese már que daba vida pero a la vez la mataba.

Ese mar que empujaba sin piedad y sin corazón.


Cuanto tiempo podía pasar ya, hasta que la estrella viera que estaba muriendo en vida.

Por qué su comodidad era el permanecer allí.


Un día empezó a darse cuenta que no se quería, por que el mar atacaba sin piedad y ella no se movía.

Entonces empezó un camino muy difícil donde tenía que ver su valor, cuando el mar no lo veía.


Hasta que apareció una estrella amiga y empezó a comprender que eso no era vida.

Si el mar no cambiaba ella se apartaria.


El mar no era consciente de lo que perdería, estaba cegado por su fuerza y valor.

Pero no se dio cuenta que podía quedarse solo en un océano inmenso de soledad, por que las estrellas de mar se irían al ver tal cuestión.